Wikileaks: 

El Apocalipsis de los Secretos


Wikileaks: El Apocalipsis de los Secretos

El apocalipsis de los secretos se llama Wikileaks.

Es como si las paredes hablaran. Como si se hubiera hecho audible una torre de Babel con miles de lenguas incontinentes que no callan.

"Wiki" es una palabra de origen hawaiano que significa "rápido". Se aplica a sitios de internet que se van construyendo online con colaboración de los internautas. "Leak" es una palabra en inglés que significa filtración. Puede ser una filtración de agua en la cañería, pero en este caso el agua es información y la cañería, el poder. Y así, de repente, los reyes quedaron desnudos. Un detrás de la escena maquiavélico y ladino se quedó sin cortinas. Las bambalinas parlantes del doble standard son más atractivas que la obra principal. Será porque tienen ese no sé qué de la verdad revelada. El panic attack de los gobiernos, especialmente el de los EEUU, es proporcional a sus trapitos al sol. Pero también a la ominosa difusión de su lado más oscuro. A la pulverización de la imagen lustrosa de sí mismos. A la exposición descarnada y a cielo abierto de lo que realmente son. Es el eterno problema de la verdad, cuando el poder no puede controlarla.

Vale este ejemlo. En el fragor de la guerra de Irak, trascendió que una orden del Pentagono comandado entonces por Donald Rumsfeld indicaba que los muertos civiles no debían ser "contados". Debían ser "incontables".Y lo que no se cuenta no existe. Sean presos políticos, índices de precios o abortos clandestinos. No son, no están. Aunque siete años después del inicio de la guerra alguna organización intente sacar la cuenta, no habrá registro documental del llamado "daño colateral". Deberán apelar a cálculos y estipulaciones estadísticas pero no habrá fuente oficial. Si el guante blanco chapotea en el barro sepulcral de muertes inocentes, que no escriba lo que hizo. Por eso el shock en el cuerpo del poder, con el tajo de cuchillo que "wikileaks" le propinó a la "matrix". De la herida sangran mucho más que cotilleos diplomáticos dignos de la pluma de Oscar Wilde. A borbotones surgen verdades incómodas firmadas por sus dueños. Fuentes oficiales puras y duras. Ellos mismos confirman que nada ni nadie es lo que parece. Que los que se odian a la luz del día se besan en las penumbras. Después de Wikileaks se aplicará la lógica inversa a cualquier declaración diplomática: "Lo que piensan es todo lo contrario a lo que dicen". Esta siempre fue una fórmula implícita para decodificar a la diplomacia global. Ahora adquiere status de cosa probada. China más cerca de EEUU de lo que se animan a reconocer, la mafia rusa desentrañada, o las corruptelas locales con el trasero al aire.
¿Por qué las revelaciones de Julián Assange, esta especie de Robin Hood de la información, no pueden tener el carácter de invasión a la privacidad? Simplemente porque los datos obtenidos son de interés para los ciudadanos. Porque la esfera de lo gubernamental debe estar sujeta al control del soberano. Porque la gente tiene derecho a saber entre otras cosas, qué se hace con el dinero de sus impuestos. Y finalmente porque así lo garantiza la constitución de los Estados Unidos en su Primera Enmienda que consagra la libertad de prensa y la libertad de expresión. Vaya problema. Por eso Assange es perseguido por un delito que no tiene nada que ver con las filtraciones de documentos. Porque en esas filtraciones no hay delito y porque los propios cimientos de la democracia norteamericana son columnas para sostener su defensa.
¿Qué diferencia hay entre al Watergate y Wikileaks? Ante todo, está claro que ninguna información que comprometa al poder surgirá de una simple conferencia de prensa. Se requieren fuentes y revelaciones que perforen el sistema y expongan sus vicios en el nombre del bien común. Llámese Garganta Profunda o Wikileaks. Si las fuentes descubren el incumplimiento del ejercicio de la función pública o la violación a la ley, el bien obtenido es para toda la sociedad. A diferencia del caso que hizo colapsar al gobierno de Richard Nixon, el caudal informativo de Wikileaks no tiene una pesquisa clara. Es más bien un corte transversal al tejido del poder que deja en evidencia su funcionamiento y sus códigos."Nosotros abrimos gobiernos" es el motto de Wikileaks en su cuenta de Twitter. Ya no para revelar un hecho sino un "modus operandi", "la forma en que se gobierna al mundo", según explica su perseguido fundador. Assange no es periodista, los investigadores del Watergate lo eran. Wikileaks no es un medio como sí lo es el Washington Post y podríamos decir que su surgimiento se enmarca en la era 2.0 de la horizontalización de la información en la que todos pueden ser emisores de contenido. Con su poder de atravesar paredes, Wikileaks se erige como una suerte de mayorista de data que luego es ofrecida a los medios para su difusión e interpretación. La otra gran diferencia es la escala. Si un solo caso pudo tirar un gobierno, ¿qué pasa cuando todo un sistema de decisiones es sacudido y atravesado por los rayos x de la transparencia ya no a nivel local sino también internacional? Tal vez lo que es una granada a una bomba atómica. Los alcances del Wikigate aún son imprevisibles.
Está claro que una democracia sana se alimenta de la clorofila nutriente de la información veraz y contrastada para empoderar a sus principales electores: los representados. Y la libre circulación de esa savia constituyente es lo que promueve ciclos virtuosos en los representantes elegidos por éstos. El límite para la publicación de cualquier contenido es que ponga en riesgo la vida de terceros o que se viole leyes de seguridad en forma deliberada. Si gusta o no gusta lo que sale a luz es otra cuestión. Siempre será mejor saber. Tal vez los EE.UU. con su cerrojo virtual y físico a Wikileaks logren frenarla. Cerrarán sus cuentas para donaciones, clausurarán sus dominios de internet, neutralizarán sus servers y cerrarán tal vez sus oficinas. Pero difícilmente consigan modificar la nueva hidráulica de la información global que prescinde de espacio y tiempo. Habrá otras Wikileaks, tal vez más sofisticadas, tal vez más huidizas, tal vez más encriptadas. La que nos desvela sólo alcanzó una fase inferior de data calificada. Aún hay más secretos por descubrir. Si no hay secretos no hay por qué preocuparse de las filtraciones. Pero sabemos que secretos son los que sobran. Lo que sangra es la cúpula. Lo que molesta es la verdad. Como siempre.

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