A horas de finalizar El elegido, Pablo Echarri habló con Television.com.ar acerca de su doble rol, de sus compañeros de elenco e hizo un balance de la novela de Telefe.

¿Con qué desafíos te topaste al componer a Andrés?

Había un desafío implícito en el personaje, un galán que comenzaba transitando desde la más pura oscuridad renegado de sus orígenes por un grado de ambición bastante grande, con un deseo de satisfacer su lujo personal, casi exclusivamente en lo profesional, con un alejamiento espiritual y digamos un descreimiento muy grande de todo. Había que transitar ese camino para transformarlo en todo lo contrario, descubrir la nobleza de ese héroe que de alguna manera la gente estaría esperando en algún momento porque plantear un argumento de género como en una telenovela y del lugar absolutamente opuesto del que debería partir un héroe fue un desafío bastante grande. Un acto desestabilizador para el espectador, porque yo lo pensé de esa manera.
Como composición de personaje ¿qué te produjo eso?
Algo muy difícil de interpretar, necesitaba un grado muy grande concentración y de conexión conmigo mismo, para poder hacer que el dolor de mi personaje se viera lo más creíble posible. Ese estado de ánimo debía mantenerlo, en los puntos más difíciles, con mi rol de productor.
¿Cómo sobrellevaste ese doble rol, de protagonista y productor?

Fue posible gracias al enorme grupo de laburo de El elegido, desde Martín Seefeld, mi socio, hasta lo que fue la producción, el canal, de alguna manera me alivianó el trabajo en los momentos más movidos. Creo que funcionó muy bien, me parece que en definitiva es lo que ha hecho que El elegido se haya concretado. No me considero un productor de línea, que tenga en mi cabeza de principio a fin todo lo que quiero que haga cada personaje, pero fui un tanto atinado a saber rodearme de gente y entonces descansé bastante.
¿Te dedicarías en algún momento sólo a producir y dejar de lado tu carrera actoral, o después de esta experiencia creés que pueden ir las dos de la mano?

Sí claro, yo pienso más en eso, en conjugarlas, no en quedarme con una o con otra. Incursionar en la producción para dejar la actuación sería un poco contradictorio. Me parece que lo que me da la experiencia de haber conocido y haber podido llevar adelante este proyecto me da cierta confianza y certeza que podría llegar a encarar otro. Sí hay en mí un deseo de producir. Sin poner la cara, de poder producir un producto una ficción concretamente sin la necesidad de tener la partida.
Respecto a tus compañeros de elenco, ¿cuáles fueron las composiciones que más te sorprendieron?

Sorpresa, sorpresa ninguno. Con Leticia (Brédice), sabíamos que nos iba a regalar una interpretación única como ella solamente podía hacerlo. Cuando, por primera vez, vi a Verónica San Martín, sentí que la expectativa estaba superada, montó a una Verónica San Martín que nos voló la cabeza. El tono que le dio Leticia a su Verónica San Martín condicionó mucho el Andrés que yo iba a contar, lo condicionó para bien, lo guío de alguna manera. Yo soy bastante mas conservador como actor y me encontré con alguien que no lo era. Pero a la par y sin sorpresa también, la Mariana Estévez que interpreta Paola (Krum). Era la única que le podía dar la verdadera dimensión a este personaje que venía con un dolor profundo de la muerte de su padre. Digamos que, en El elegido, pudimos contar una historia para sus seguidores, por que cada uno de nosotros interpretó su rol sin medias tintas, sin reservas y ahí lo hago extensivo a todo el lenco. Me dí el lujo de trabajar con mi maestro de toda la vida, Lito Cruz, con un personaje que yo sabía que iba a dar con características únicas.
¿Pensaste que los personajes de Alma y Armenia iban a tomar tal protagonismo?

En Alma si estaba previsto, aunque era un personaje muy difícil, sobre todo para una nena de su edad, que iba a decir unas pocas palabras a lo largo de 150 capítulos. La calidad, el talento de Maite (Lanata), estuvo a la altura de las circunstancias. En el caso de Armenia fue diferente, se metió bastante más en el corazón de la gente, pero eso lo construyó ella con su capacidad, talento y calidad de persona. Le sumó características únicas que no estaban en el libro. Es una alegría cuando un personaje crece. Tuvimos una gran devolución de la gente y del medio. Este doble rol te da diversidad de satisfacciones.
¿Por qué la decisión de mostrar temas sociales?

Es más del tipo de novelas que yo hice en el último tiempo. Hubo características bastante menos convencionales pero siempre sustentadas y basadas en hechos y conflictos reales, actuales, palpables. Me resulta muy atractivo mezclar los dos mundos: el mundo de género con la actualidad. Me cuesta no hacerlo de esa manera, tiene que ver con lo que a mí me gusta contar. Esta historia vino de manos de Adriana Lorenzón, hace tres años y cuando la leí, supe que era le historia que quería contar. Coincidimos en el gusto por ciertos conflictos. El público se transforma en fanático, en seguidores fieles y, esa energía que te devuelve, es fuerte, es diferente a otras energías.
¿Cómo viviste la carrera del rating?
De mi parte siempre es desmedida y triunfalista, soy de pensar en números históricos. Cuando uno sale a competir, siempre hay una necesidad de ver cómo está el producto para sumar y crecer. Cuando el éxito rotundo sucede las cosas avanzan casi solas. La experiencia como productor me hizo estar atento todo el tiempo. Pasé de sentirme no muy bien a darme cuenta, saber, cuánto era el rating que El elegido necesitaba, un número que aseguraba la continuidad y al canal se le había transformado en un éxito comercial concreto. Ahí fue cuando empecé a relacionarme con el número de una forma más “adulta”. Con El elegido fue la vez que más gané en mi vida, me instaló en otro espacio personal, me dio la posibilidad de evolución.

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