Estuvo con casi todas las estrellas de Hollywood. Lo creyeron novio de Madonna. De chico soñaba con la TV y firmaba autógrafos... a cuenta.

Tiene anécdotas con Madonna, con Warren Beatty, con Shirley MacLaine, con Harrison Ford. Sabe secretos cinematográficos de Dios y María santísima, tantos, que hace 20 años le abrieron las puertas de la televisión, ésas que de chico sospechaba que se le abrirían. "Muchas veces, en broma, les decía a mis compañeros del colegio: `Dame tu carpeta, te voy a firmar un autógrafo, porque esto va a valer mucho cuando sea grande’. No sé, tenía una cosa visionaría... Me veía adentro de la tele. No sabía cómo iba a llegar, porque nadie en mi familia tiene que ver con los medios. Es más, lo más cercano que me pasó en la infancia con un famoso fue que mi papá le compró un Chevy a uno de Los Chalchaleros y fue a casa a firmar los papeles. Yo estaba fascinado", reconoce Marley, aportando, entonces, otro nombre -es un modo de decir, porque no recuerda, precisamente, el nombre- a su anecdotario.

Nada de lo que cuenta suena a pretencioso. Son todas pinceladas finas, con velocidad de trazo grueso, que comparte mientras repasa su mapa, el que empezó a transitar de grande, pero a soñar de chico. "Yo jugaba a la televisión.

Me grababa tandas en un casete, después hacía conducción y cuando calculaba que llegaba el momento de mandar al corte ponía `play’ y aparecían los avisos. También jugaba al noticiero con una vecina: hacíamos de Mónica y César", cuenta quien, de alguna manera, siguió la huella de esas recreaciones en su casa de Villa Adelina. Su vecina, no.

Una Coca, una tarta y un calor que lo supera matizan el agobiante mediodía en el que planifica sus vacaciones en Pinamar, cerca de sus amigos, "lejos de los Vips, porque me aburren. Voy a bailar donde baila todo el mundo. Por suerte, tengo un ego muy controlado. Y, aparte, soy testigo de muchos egos inflados que me dan tristeza". Y, con la misma naturalidad con la que cuenta algunos de sus logros, regala también su arranque fallido cuando se presentó al cásting de Pelito: "Como quería entrar a la tele de alguna manera, mi vieja me llevó a la prueba, hicimos la cola, me dieron una frase para que dijera y, como era pésimo, no quedé. Otro día fui a la tribuna de Carozo y Narizota y se fueron al corte con un plano de mi cara. No me pude ver porque me distraje, pero en el barrio me lo comentaron y para mí fue la gloria".

No imaginaba, seguramente, que en ese mismo estudio de Canal 13, 15 años después, trabajaría en 360, todo para ver.

"En la escuela me anotaba para estar en los actos, pero siempre fui muy tímido. Lo soy. En una reunión social no voy al medio tratando de llamar la atención... A donde voy la llamo, porque mido 1,91 y porque me conocen de la tele, pero me gusta más el rincón, el costadito". Y jura que "jamás me he quejado de sacarme las fotos que sean. Tengo mucha paciencia, nunca le digo que no a nadie. Una, porque me educaron así y otra porque, esa vez que fui a lo de Carozo y Narizota, le pedí un autógrafo a Elvira Romei, me lo hizo así nomás y me lo dio sin mirarme. Yo la veía todas las tardes y me quedé re desilusionado. Pero ya está aclarado con ella porque una vez lo dije en una nota y me llamó. Un mal día lo puede tener cualquiera, pero yo aprendí de esa lección".

A los 15, gracias a que sus tíos de Canadá ganaron un millón de dólares en la Lotería, él y su familia fueron invitados a ir de visita "y ahí descubrí lo que me gustaba viajar. Por eso, cuando entré a la tele de la mano de Nicolás Repetto, en Fax, dije `Quiero combinar esto con los viajes’ y de ahí surgió lo de hacer entrevistas internacionales y, más adelante, inventé el programa Por el mundo". Contado así, da sencillo.

Y dice que no fue muy distinto a eso: "Terminé la secundaria con la intención de estudiar algo original, no quería ser médico ni abogado. Me anoté en Locución y en Hotelería (la primera la abandonó por falta de tiempo, en la segunda se recibió). En esa época, me levantaba a las 4, embarcaba vuelos en Austral de 5.30 a 9, me iba a la FM de Del Plata (viajando en el 60 escuchó que buscaban columnistas de música, se presentó y quedó), después me iba a estudiar una carrera, al rato la otra y me acostaba a la una. Y era feliz".

A los pocos meses, gracias a unas filmaciones caseras que hizo en Londres -había conseguido un pasaje por 200 dólares-, Repetto lo contrató para que contara secretos del cine.

Luego fue tiempo de sus entrevistas a famosos en los Estados Unidos -primero por iniciativa propia, después a pedido de Nicolás-, su crecimiento, su llegada a 360, su pase a Telefe con El show de la tarde, Operación triunfo, Odisea... y la seguidilla de ciclos que lo convirtieron en uno de los referentes del canal que este año lo volverá a tener en pantalla.

En el medio de todo eso -y para el medio-, claro, dejó de ser Alejandro Wiebe para convertirse en el Marley con el que lo rebautizó Nico, el conductor que hace 20 años vio que había un personaje que sabía lo que quería.
(clarin)

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